Origen de la Iglesia Católica

   La Iglesia Católica tiene su origen cuando Simón declara a Jesús como Hijo de Dios.Siendo el propio Jesús quien hace a Pedro primero entre los apóstoles y administrador de su Iglesia:

"Y ahora yo te digo: Tú eres Pedro (o sea Piedra), y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; los poderes de la muerte jamás la podrán vencer. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo." (Mt 16, 18-20)

   En griego, Jesús usa un juego de palabras en cuanto a Pedro en Mt 16, 18. Primero menciona a "Petros" (Pedro, como roca , utilizado por primera vez en Mt 4, 18), y luego dice que sobre esta "petra" (roca grande, no cualquier piedra) construirá su Iglesia, refiriéndose a sí mismo. Cuando se refiere a la construcción de la Iglesia hay que hacer dos cortos comentarios desde el texto en griego. Primero, el término que usa para hablar de la "construcción" es el mismo (oikodomeo) que el de Mt 7, 24-29 (la comparación de la construcción de la casa); en cuanto a Iglesia (ekklesia), la forma de Mt 16, 18 no aparece en ninguna otra parte de los evangelios (aunque el término, pero en distinta forma gramatical vuelve a aparecer en Mt 18, 17); la misma forma en griego de Mt 16, 18 para Iglesia (sustantivo, acusativo...) se usa veinte veces en todo el Nuevo Testamento, una de ellas es en Efesios 5, 32, cuando habla de Cristo y Su Iglesia.
   Además, Jesús le dice a Pedro: «A ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que ates en la tierra, quedará atado en los cielos; y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en los cielos» (Mateo 16: 19). Jesús habla de unas llaves, que el papado se atribuye como símbolo de autoridad (es bien conocida la iconografía de Pedro ataviado como un papa medieval portando en su mano las llaves, que también están en el escudo papal). ¿Qué son esas llaves?
   Dar las llaves, en todas las culturas, incluida la bíblica, significa concesión de poder y autoridad. En Apocalipsis 1: 18 Cristo afirma tener “las llaves de la muerte y el Hades”, ya que por su resurrección ha dominado a ambos (ver Apocalipsis 3:7;7:1;20:1). En el Antiguo Testamento también aparece esta imagen con el mismo sentido (Isaias 22:22).
   El propio Jesús aclara el sentido de la expresión al referirse a “la llave del conocimiento” (Lucas 11: 52), entendida como transmisión de la verdad; el paralelo de Mateo 23: 13 evidencia que la negligencia en esta transmisión implica “cerrar el reino de los cielos”. Esta interpretación está avalada por los textos talmúdicos; Shabbat 31ab, por ejemplo, afirma: «El conocimiento de la Torá es la posesión de la llave». Jesús acusa a los maestros de su tiempo, a quienes mejor conocían la Escritura, de cerrar «el reino de los cielos delante de los hombres, pues ni entráis vosotros ni dejáis entrar a los que están entrando» (Mateo 23: 13). Las llaves, por lo tanto, son el conocimiento de la verdad; y la verdad sólo está en la Palabra de Dios, no en la infalibilidad de ningún ser humano. «Tu palabra es verdad», dijo Jesús en su oración sacerdotal (Juan 17: 17).
   ¿Por qué entonces Jesús asocia la idea de las llaves con Pedro? Porque fue el primer hombre que confesó abiertamente que Jesús es el Mesías; se comprueba en los versículos justamente anteriores a la declaración de “Tú eres Pedro”: «Y vosotros, ¿quién decís que soy? Respondió Simón Pedro: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces, Jesús le dijo: ¡Dichoso eres, Simón hijo de Jonás; porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos!» (Mateo 16: 15-17). Cuando Pedro percibió la verdad de que Jesús era el Cristo, fueron colocadas en sus manos las llaves del reino y le fue abierta la puerta del reino. Pero esa misma potestad se la dio Jesús al resto de los apóstoles; en el mismo evangelio, un poco más adelante encontramos las siguientes palabras de Jesús a los doce: «Yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo» (Mateo 18: 18). Por lo tanto, es evidente que la autoridad que Jesús pudiera darle a Pedro se la igualmente a los otros once apóstoles. Nuevamente, no se menciona ninguna idea de “primado petrino” ni de “sucesión apostólica”, sino una autoridad otorgada a los doce.
   Jesús se reserva la autoridad suprema para sí, y prohíbe a los apóstoles que ejerzan una autoridad que no les corresponde. Propone además una auténtica inversión de valores en el ejercicio de la autoridad: «Los reyes de las naciones las dominan como señores absolutos y los que ejercen el poder sobre ellas se hacen llamar bienhechores; pero no así vosotros, sino que el mayor entre vosotros sea como el más joven y el que gobierna como el que sirve» (Lucas 22: 25, 26).
   Es bueno acotar que en la Biblia Católica, el número 12 representa un simbolismo. Significa "elección". Por eso se hablará de las 12 tribus de Israel, cuando en realidad el Antiguo Testamento menciona más de 12; pero con esto se quiere decir que eran tribus "elegidas". Igualmente se agruparán en 12 a los profetas menores del Antiguo Testamento. También el Evangelio mencionará 12 apóstoles de Jesús, que resultan ser más de 12 si comparamos sus nombres; pero se los llama "Los Doce" porque son los elegidos del Señor. Asimismo Jesús asegura tener 12 legiones de ángeles a su disposición (Mt 26,53). El Apocalipsis hablará de 12 estrellas que coronan a la Mujer, 12 puertas de Jerusalén, 12 ángeles, 12 frutos del árbol de la vida.
    Por lo que Jesús pasó formando a sus discípulos para formar su Iglesia y que sean quienes lleven la Palabra de Dios a todos aquellos quela escuchen, como lo dice el Evangelio de San Marcos cáp. 16 vers. 15-16: "Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará." Además, todos aquellos que han confesado con su boca al Señor Jesús y creyeron en su corazón que Dios lo levantó de los muertos (Romanos 10:9). Asimismo, en 1 de Corintios 12;27 se lee: “VOSOTROS, pues, SOIS EL CUERPO DE CRISTO, y miembros cada uno en particular.” También Colosenses 1:18 dice: “y él [Jesucristo] es la cabeza del cuerpo que es la iglesia,...”
   Además de todo ello, Jesús es la cabeza de la Iglesia, pero no puede estar con nosotros personalmente para decirnos como debemos comportarnos y aprender de Él, solo dejo a los discípulos para ello y con un jefe en la Tierra como lo es San Pedro, el primer Papá, porque el hombre debe tener alguien que lo guie como Dios Padre eligió a Moisés para guiar a su Pueblo Israel, porque el hombre sin ley es un ser irracional como ocurrió cuando el diluvió que toda la tierra estaba en pecado y eligió a Noé y su familia, porque eran de su agrado y cumplía sus mandatos, por eso, Jesús dejó a Pedro como Papa para ser guiados por un pastor terrenal.
   Por lo que en los Hechos de los Apóstoles capítulo 1 versículos 1 al 13, expresa que llegó el Espíritu Santo a cada uno de los Discípulos y a la Virgen María, el cual dejó el Espíritu Santo, quien es espíritu de Dios,  para guiar todo aquel que tenga fe en el hijo de Dios tendrá sus dones para trabajar de acuerdo con lo dispuesto por Él para quien desea estar en la Iglesia de Jesús. Y Gracias a estos doces apóstoles, hoy en día estamos disfrutando de las maravillas del conocimiento de Dios, en sus tres personas (Padre, Hijo y Espíritu Santo) para tener una vida llena de la gracia de Dios y tener fe en Él, para tener un lugar para poder estar con Dios para darle culto, comer del Pan de Vida y disfrutar de los siete sacramentos, en cada rincoón de cada país en el mundo, para tener una vida sagrada y entrada a solamente a Dios.
   Esta es la Iglesia de Cristo, una iglesia que no llama la atención, una iglesia humilde, llena de amor, mansa como un cordero, donde el Espíritu Santo es quien es el timonel del barco cuyo capitán es Jesús, donde la Iglesia Católica es la más ataca de todas la Iglesias del mundo, porque dice un refrán venezolano: AL ÁRBOL CON MAS FRUTOS, LE LANZAN MAS PIEDRAS. El que tenga oído que escuche. ¡Dios te bendiga!